domingo, 14 de octubre de 2012

Power Point Go Home



Estoy aturdido. He descubierto profesores que dan conferencias en lugar de clases y además son mariateguistas. Me explico. Estoy inscrito en unos cursos de negocios que me han sido recomendados ampliamente. Como hay que saber de todo un poco, pues héme aquí. Según el sílabo se enseñarán 6 temas. Pero el profesor, tipo alto y elegantemente vestido, llega, arma su laptop sobre el pupitre y empieza ¿A enseñar? ¡No! ¡A conferenciar! ¿Por qué digo conferenciar? Porque no enseña, en realidad menciona algunas cosas, luego muestra la página web de un banco -maravillas de la tecnología de hoy- para decirnos “Miren, estas de acá son las tasas pasivas, y éstas, las activas” “¿Eso es todo profesor?” “¿Qué, quieren más?”

PPT: apoyo en clase o (contra)sustituto del profesor
 Llegar al aula, cargar una presentación en PPT (Power Point), hablar algunas cosas muy superficiales acerca del tema a enseñar, hacer bromas, contar una historia sin venir a cuento, decir obviedades del tipo “la política influye en la economía” es hacer una clase hoy en día. El PPT, ese paquete de software de Microsoft se ha convertido en aliado de profesores que no preparan clase. Pero es efectivo, da una imagen de modernidad al expositor, lo vuelve práctico, actualizado, irrefutable. Hay que decirlo, hay instituciones que obligan a sus docentes a presentar sus clases en PPT. Hay alumnos que si no ven el dichoso PPT sienten que les están enseñando “a la antigua”. Es como el Síndrome de Estocolmo, te enamoras de lo que te daña; lo exiges, es como una novia tecnológica.

Aclaremos algunas cosas. El software en sí no es malo, es malo el uso que se le da. Lo mismo puede servir para mostrar instantáneamente un gráfico de difícil realización con algún método antiguo, como para hacernos pensar cuando se le da un buen uso. Pero también puede ser la pérdida de tiempo más soberana del mundo. Y es cara. Eso es todo. 

Jamás he visto una presentación en PPT en la que alguien salga aprendiendo algo. Generalmente una presentación consta de 15 o más diapositivas en donde al visualizar la última ya no se recuerda para nada la primera y subsecuentes. Y anula el diálogo, o el cuestionamiento. Alguna vez han visto a alguien decir “disculpe profesor, yo creo que lo que se dice en la diapositiva 3 no es correcto” ó han visto a alguien decir “Profesor, detenga la exposición, no entiendo lo que se menciona en la diapositiva mostrada, explique, por favor”. ¡Jamás! El PPT es un arma infalible para introvertir a los estudiantes. Convierte al maestro o expositor en un personaje infalible, alguien que está más allá de nuestra altura, una persona a la que no podemos interrumpir; como si ocurre con los métodos tradicionales. En ese sentido (y la superficialidad) es que los docentes, o expositores, o facilitadores,  vienen a conferenciar.

Entonces, ¿cual es el punto? El PPT no sólo no es un software educativo, es más bien un software anti educativo ya que no propicia el aprendizaje, ni siquiera la retención de conceptos, pues las víctimas deben elegir entre las figuras que observan como un espectáculo en salas cuasi cinematográficas (luces apagadas, gran pantalla multimedia) y la voz del expositor que explica o trata de no explicar algo. Resultado: el “alumno” pierde las imágenes y pierde la explicación. Sale de la sala con las manos vacías en todo sentido: ni plata ni conocimientos. 

Lo malo de esto que vivimos hace ya varios años, no es sólo, como en mi caso, la sensación de estafa, pues soy consciente de lo que está ocurriendo, sino el daño que se hace a la educación de los niños y jóvenes.  Cuantos niños y jóvenes estarán siendo castrados por el uso abusivo para fines educativos, de un software de espectáculos, y qué daños puede estar ocasionando en su educación. Cuánto talento se puede perder por esta moda que parece haber llegado para quedarse. 

Franck Frommer, periodista francés, ha escrito un libro de nombre “El Power Point nos hace estúpidos”. Frommer menciona como problema la eventual incorporación de imágenes que nada tienen que ver con lo expuesto, y los efectos nocivos del uso del PPT en la educación. 

Finalmente ¿Por qué digo que estos profesores son mariateguistas? Porque luego de pasar 18 horas mirando diapositivas y no escuchando conceptos sólidos ni logrando un aprendizaje significativo; he debido salir, 6 clases después, a aprender por mi cuenta, como autodidacta, al estilo Mariátegui; aquello por lo que pagué para que me enseñaran con el bendito PPT: GO HOME.

Pueblo Libre, 14 de octubre del 2012

Steve Jobs y la Carta a García de los Jóvenes



Hace algunos dias pedí de algunos chicos, ocho para ser precisos, que visionaran algunos videos de Steve Jobs. No les mencioné un video en particular, simplemente pedí que buscaran alguno y lo vieran, de modo que se hicieran una idea del personaje, que tuvieran una impresión del mismo. Cuando días después debieron contarme lo que vieron, han dicho lo siguiente: que Jobs es un tirano, un abusivo, un ladrón que se roba los inventos de otros, que le metió cabeza a Steve Bozniak (su socio) con unos dineros, que lo investigaba la CIA, que no hacía caridad, que era marihuanero. En resumen, Steve Jobs, el genio creador de Apple era el anticristo. Curiosamente, los chicos que afirmaban estas cosas confesaron no haber visto ningún video de Jobs, que los hay por miles; sino que vieron videos de terceros que afirman esas cosas o lo hacían en algún escrito.

                Desde hace cuatro años he enviado a mis alumnos a visionar el discurso de Jobs en Standfor. Hasta el 2011, cuando les preguntaba si sabían quién era Jobs, me respondían que no. Ahora en cambio con su fallecimiento, responden que sí. ¡Pero hay que ver (y oír) lo que responden! Después de escuchar pacientemente todas las cosas malas que decían de Jobs, les he preguntado lo siguiente: “Si tuvieran un hipotético video de la llegada de Cristóbal Colón, el verdadero Colón; o de Francisco Pizarro en su llegada a Perú en 1532, ustedes ¿verían ese video o preguntarían a alguien que nunca los vio acerca de ambos personajes? Respuesta unánime: “veríamos los hipotéticos videos de los personajes”. Nada les costaba a estos chicos ver los videos de Jobs, pero no lo hicieron.

Steves Jobs y Bozniak en los inicios de Apple
 Dos cosas me impresionan de la historia anterior: primero, la absoluta ligereza con que repetimos algunas cosas, como si nos constaran, como si fuéramos testigos de parte, y cómo las propagamos en una especie de campeonato por ver quien habla peor de personas a las que no conocemos ni de a raspas. Lo segundo, la falta de pasión por aprender o conocer, el deseo de hacer el mínimo esfuerzo, de tomar el atajo que me conduce a nada diferente de poder decir “Hice mi tarea”  ¿Bien hecha estudiante?... ¿Qué profesor, además había que hacerla bien?

Porque como les dije a mis estudiantes, he visto videos de Steve Bozniak y jamás habla de ningún dinero birlado por  Jobs, sino de su admiración por él; y la CIA investiga a todo mundo así que no es novedad que hubiera investigado a Jobs; y todo gerente es exigente con su personal y Jobs era gerente; y no se robó ningún invento, etc. Es decir, los acusadores de Jobs, normalmente gente que no ha logrado la centésima cosa que él si logró, lo acusan de naderías por envidia. Conclusión primera: no podemos darnos el lujo de repetir cosas que leemos u oímos, sin contrastar con fuentes creíbles; pero lo hacemos, o lo hace esa generación de post adolescentes limeños de hoy, con una frecuencia y liviandad que escarapelaría a nuestros abuelos. Abajo, Steve Jobs y Bill Gates en rara entrevista conjunta. Hay admiración mutua.


 Lo segundo es más grave aún. Esta generación de jóvenes que circula nuestras calles del tercer mundo ha renunciado a todo. En un post anterior hablábamos de Entregar la Carta García: un hombre que sin medios y sin formular una pregunta se interna en un país para entregar una carta a un personaje al que nadie ha podido hallar. Nuestros jóvenes en cambio, no pueden visionar un video de 7 minutos de un personaje que ha contribuido a cambiar el mundo actual y a tenernos comunicados de un modo que nadie hubiera imaginado hace 15 años; un personaje adorado en otras latitudes y cuya vida ya viene siendo estudiada y enseñada en las principales escuelas de negocios y tecnologías del mundo entero. Un personaje que en suma, nace una vez cada 500 años. Nuestros jóvenes, es triste decirlo, han renunciado a toda pasión. Vegetan frente a pantallas que les hacen dispensable el desarrollo de pensamientos propios, la crítica o el cuestionamiento. Son víctimas de conductas monocordes, que rayan los inframuros de la medianía. Es el efecto mouse, el mínimo esfuerzo, apenas mover un dedo y tener, o creer que se tiene, todo. ¿Qué nos espera? ¿El vacío total? Hablamos de jóvenes de clase media, no de chicos a los que la educación ha negado toda apertura, sino de muchachos que han estudiado en colegios privados, en los que según se dice, se da buena educación. ¿Será que como decía hace casi un siglo Gonzales Prada a Haya de la Torre “Ya no tenemos juventud”?

Pueblo Libre, 14 de octubre del 2011

El Centésimo Mono en Lima



La teoría del centésimo mono dice lo siguiente. Cuando una masa crítica de determinada especie alcanza alguna conducta o conocimiento, éste se replica en toda la comunidad y aún más allá, con mucha fuerza.

Hace algunos años, cuando las unidades de transporte locales empezaron a colocar en sus vidrios sus avisos de “asiento reservado”, los miré con bastante escepticismo. Y es que la conducta de entonces aconsejaba no esperar ningún milagro. Pues ocurrió. Tímidamente al principio, pero decididamente después, los limeños han aprendido modales. 

Con el tiempo el mensaje ha ido a la conciencia del público
Recuerdo cuando hace tres años retorné a Trujillo luego de varios de no estar en esa ciudad, me llamó la atención al usar el transporte público, no ver las calcomanías que indicaban “Asiento Reservado”. Entonces pensé que eso era por la distancia, por el atraso, porque al  alejarse de lima uno se aleja también del estado de derecho y las conductas civilizadas. Pero ¡Estaba en la segunda ciudad del Perú! No podía ser para tanto, tenía que haber otra explicación. Apenas debí esperar unos minutos hasta que subió alguien al vehículo y un joven, que iba sentado en un asiento intermedio, se puso en pie cediendo el asiento a la nueva persona. Ese joven no estaba en el “asiento reservado”, ni la persona a la que cedió su asiento parecía necesitarlo tanto. Había obrado simplemente una máxima que dice “cede el asiento a tus mayores”, que los trujillanos llevan grabadas en sus mentes y que yo, por los años transcurridos había olvidado.

Ha pasado algún tiempo y lo veo, con alguna diferencia en Lima. Al principio quizás había que exigir la cesión del asiento reservado, y quizás hasta hoy halla situaciones de personas que se hacen las desentendidas; pero lo común es que cualquier limeño que ocupa ese asiento, lo ceda prestamente a las personas que los necesitan. Incluso cuando se presenta la ocasión varias personas se ofrecen a ceder el suyo. Quizá muchos no lo sabemos, ni siquiera lo imaginamos, pero ese sólo gesto de educación, esa consideración, esa seguridad de encontrar un asiento aunque el vehículo vaya abarrotado, es un alivio para miles de personas que hasta ayer apenas, estaban condenadas a viajar de pie ante la indiferencia de los demás. Ese gesto tan peculiar y simple lo agradecen no sólo las madres gestantes, los ancianos, los minusválidos, las madres con bebés pequeños; también quienes sufren enfermedades invisibles como una artritis, una artrosis o una presión alta. También lo agradecen los parientes de todos los anteriores.

Porque, y esto es lo mejor, ya no son sólo los asientos reservados, ahora veo con cada vez más frecuencia, personas que ceden otros asientos que no están en obligación de ceder. La ley, como en Trujillo, ya casi no es necesaria, se ha ido al inconsciente colectivo de las personas como una cortesía que hace crecer al que da el asiento y beneficia al que lo recibe. Incluso he visto hombres que ceden el asiento a otros hombres; cosa impensable hace algún tiempo.  Esta ciudad ha cambiado para bien en ese aspecto. Sus ciudadanos son ahora mejores. Queda un camino largo, es cierto, pero hay una luz en el final del túnel.

                En unas islas japonesas algunos monos empezaron a lavar patatas antes de ingerirlas. Eran más agradables limpias que sucias. Otros monos aprendieron a lavar, pero el avance fue lento. Un buen día llegaron al centésimo mono y la nueva costumbre se extendió rápidamente saltando además hacia otras islas con las cuales los primeros monos no tenían contacto físico ni habían estado nunca en ellas. El conocimiento, al llegar a cierta masa crítica, se pudo comunicar de mente a mente a pesar de la distancia. 

                Si un cambio tan inesperado se ha operado en Lima en el tema del transporte, acaso otros cambios positivos puedan operarse en el futuro, de mente a mente; cambios de un poder transformador que hagan nuestra vida en esta complicada ciudad, algo menos ríspido, más deseable. Quizás ese estado de solidaridad que se evidenció cuando lo del terremoto de Ica y que ya hemos olvidado, se haga permanente y nos preocupemos más por el otro, por el que no conocemos. El centésimo ejemplar, aquél con el se alcanza la masa crítica que produce el cambio, puede ser cualquiera de nosotros. Hagamos el cambio.

Pueblo Libre, 14 de octubre del 2011